Los padres tenemos una poderosa influencia sobre el comportamiento de nuestros hijos. Somos su principal fuente de aprendizaje, sus referentes más importantes durante sus primeros años de vida y, por tanto, su comportamiento es en parte el reflejo del nuestro. Pero no siempre somos conscientes de ello.
En ocasiones pasamos por alto el impacto de nuestras acciones sobre el comportamiento de los niños. Ellos, ávidos como están por aprender, nos observan atentamente e imitan frecuentemente, en lo bueno y en lo malo, en las virtudes y en los defectos. Es en esto último sobre lo que debemos prestar atención y actuar para que los niños no acaben imitando la mala conducta de sus padres, es decir, nosotros.
Los niños imitan a los mayores: en lo bueno y en lo malo
Nuestros hijos pequeños copian y repiten frases, gestos, juegos y conductas sin parar, es su manera de aprender; absorben e imitan todo lo que ven y oyen, cualquiera puede convertirse en su modelo a seguir y, por ello, a muchos padres les preocupa que sus hijos tengan un ejemplo y modelo adecuado en cualquier ambiente donde su hijo se mueva o en sus relaciones sociales.
Cuidar la relación que nuestros hijos tienen con otros niños es muy importante. En el ámbito familiar, hay muchas familias formadas por varios hermanos donde se les exige más a los mayores porque ellos serán el modelo que los pequeños van a imitar y porque han recorrido algunos pasos más en su relación con los padres y con los amigos. Los más pequeños que, como es natural, quieren ser mayores, imitan con más frecuencia los comportamientos de su hermano o niño mayor que ejerce sobre él un influjo irresistible.
La influencia de los mayores en los niños pequeños
Pero aunque el ámbito familiar y las recomendaciones de los padres a sus hijos son decisivas, hay ambientes difíciles de controlar por nosotros y que pueden echar a perder nuestro trabajo en la educación de nuestro hijo. Leí el otro día un comentario de una madre que había tenido que ir a vivir a la casa materna con su pequeña y en ella vivía también su sobrina más mayor, cuya rebeldía y enojo para con su madre era constante. Su pequeña, que hasta ahora era una niña dócil y obediente, por influencia de su prima mayor, imitaba sus conductas rebeldes y adoptaba frases desafiantes ante su madre, lo cual entristecía enormemente a su madre, que veía como su pequeña niña estaba hechizada hacia el mal comportamiento de su prima mayor.
Desgraciadamente, hay situaciones que se nos pueden escapar de las manos porque nosotras no podemos educar a los hijos de los demás ni podemos controlar todo, pero lo que sí podemos hacer con nuestro hijo, aunque aún sea pequeño, es hacerle nuestro cómplice, comentarle los problemas o dificultades que pueden mover a esos niños más mayores a un comportamiento indeseable e intentar convencerles de que esa manera de actuar puede tener consecuencias nefastas para ese niño y que le hará infeliz, no sólo a su madre, sino a él mismo.
Aunque es difícil, en ningún caso debemos tirar la toalla, ni resignarnos a perder aquello que creemos mejor para modelar a nuestros hijos. Debemos no descansar en aconsejarles y en ofrecerles una educación adecuada en el trato con nosotros y con los demás. ¿Por qué no invitarles a reflexionar sobre el dicho: 'No hagas a los demás lo que no quieres para ti?'. Yo, a mi pequeño, siempre le pregunto ¿a ti te gusta que te peguen, o que te insulten? Él me contesta con un rotundo 'no' y, entonces, le digo: 'Pues, si quieres tener amigos, tú tampoco debes hacerlo a los demás, cada uno recoge lo que siembra'.
Los niños entienden las cosas mucho más de lo que creemos, sus padres somos su principal modelo de conducta y es aconsejable que exista una buena comunicación entre nosotros para que puedan percatarse de nuestro amor y dedicación hacia a ellos y para que confíen siempre en nosotros y en la educación que les ofrecemos por encima de otros modelos que están a su alcance.
Nuestro ejemplo es la mejor enseñanza para los niños
Por qué los padres piden a sus hijos que no griten cuando ellos son los primeros que lo hacen
Sin duda alguna, tu ejemplo vale más que mil palabras a tu hijos. ¡Los niños se fijan en todo!, seguro que os habéis visto sorprendidos por sus curiosos y escudriñadores ojos, como si con su mirada tomaran nota de nuestros actos, ataran cabos o llegaran a conclusiones ¿Qué piensan nuestros hijos cuando nos miran así?
Seguramente piensan, con cierto sentido crítico y mucha razón, que quizás los papás no hacemos todo lo que les pedimos que ellos hagan. ¿Por qué mi mamá me dice que no grite y luego ella lo hace? ¿Por qué me dice que guarde mi abrigo, si luego ella lo deja encima de la cama?
Educar a los niños con el ejemplo
Los niños se dan cuenta muy pronto de que no siempre los padres predicamos con el ejemplo. Y no creo que sea bueno, cuando ellos pueda recriminarnos alguna de nuestras faltas, que les mandemos callar y les digamos el famoso refrán: "cuando seas padre, comerás huevos".
Aunque es verdad que los padres ocupamos un papel de director de orquesta en nuestra familia, debemos saber demostrar a nuestro hijo que también somos buenos instrumentistas y que también luchamos contra nuestros errores y debilidades, que son muchos.
Los niños interaccionan con el mundo y aprenden a dar sentido a la vida, a través de las respuestas a sus preguntas, tanto si nos las hacen a nosotros como si son ellos mismos los que se las responden. Los niños necesitan de nosotros cariño, comprensión, orientación, apoyo, escucha y... sobre todo, ejemplos a seguir.
Necesitan encontrar coherencia entre lo que les decimos y lo que hacemos. De esta manera podrán hacer propias y tomar como válidas las enseñanzas que les damos. Así, si les pedimos que sean ordenados, también debemos serlo nosotros, si les pedimos respeto, también nosotros debemos ser respetuosos. Los valores y las enseñanzas por sí solos quedan reducidos a nada, si no van acompañados de la vivencia y el ejemplo de sus padres.
La alegría, el sentido común, el cariño y el autocontrol lo aprenderán directamente de nuestro comportamiento, las acciones hablan por sí solas y todas las palabras sobran ante ciertos comportamientos. Nuestros hijos nos quieren y nos admiran, somos el espejo en el que ellos se ven reflejados, así nuestra alegría será su alegría, nuestra estima, nuestras emociones y nuestros comportamientos, también los suyos..
¡Ojalá no tengamos que escuchar eso de los errores y vicios de los padres se repiten en los hijos y, por el contrario, podamos escuchar que nuestras bondades y buen hacer quedan reflejados en ellos!
Patro Gabaldón.
Redactora de Guiainfantil.com
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