Cuando los castigos se utilizan por sistema para corregir el
comportamiento, se convierten en un fracaso.
Tal vez eviten una conducta por imposición del adulto, por miedo o amenazas, pero no porque el hijo haya comprendido lo incorrecto de su conducta; hacen que se estanque en el problema, que se sienta mal y que proyecte su culpa en el acusador.
Tu hijo, enfadado y con rencor, no aprende o no quiere cambiar su comportamiento y se siente tentado a reaccionar con otras conductas negativas que sabe que te molestan.
Tras el castigo, en muchas ocasiones, se esconde la actitud de darle una lección al hijo: “así aprenderá". Va íntimamente ligado a nuestra rabia, a nuestra impotencia por hacerlo cambiar, a nuestra frustración. Muchas veces, al imponer los castigos de siempre impedimos que nuestros hijos experimenten sus propias consecuencias y que interioricen las normas y los valores.
Cuando recurrimos al castigo por sistema tendríamos que preguntarnos muchas cosas: ¿Nos faltan otras herramientas? ¿Cuánto se pierde el hijo de autoestima, autodisciplina, confianza...? ¿Cuánto nos perdemos todos de respeto, cariño, autoridad positiva...?
Las consecuencias, como alternativa a los castigos, hacen que tu hijo forme parte de la solución, que asimile mejor su error y anticipe los resultados de un mal comportamiento.
De esta manera desarrollará la autodisciplina y los criterios necesarios para tomar decisiones acertadas. Si tu hijo asume que en la vida, tras los hechos hay consecuencias, no castigos, evitaremos muchas discusiones y peleas. Las consecuencias directas ya llevan en sí mismas “premio” o “castigo”, aunque el hijo a veces no las vea o diga que a él no le afectan.
Es muy importante no saltárselas. En muchas ocasiones, hablar sobre ellas puede abrir el diálogo y la reflexión sosegada; y si no lo comenta, al menos que lo piense. De aquí puede surgir la solución y quizás no sea necesario ir más allá. Si fuese necesario habrá que entrar en las consecuencias relacionadas. Desarrollaremos todo esto seguidamente.
2.1.- Criterios generales a tener en cuenta en la APLICACIÓN DE LAS CONSECUENCIAS
1. Siempre que se pueda, acordar las normas y las consecuencias. Acomodándose a la edad del hijo, llegar a acuerdos con antelación y siempre en “frío” sobre las normas o las tareas a realizar y, si es oportuno, sobre las consecuencias de no cumplir lo acordado. Si aparece algún comportamiento incorrecto no previsto, podemos acordar las consecuencias a posteriori.
2. Ante un comportamiento indeseado, recuerda la norma. “La ropa sucia se deja en el cubo”. Emplear fórmulas sencillas y breves. No caer nunca en una verborrea interminable. Si sigue sin dejar la ropa sucia en su sitio, por favor, ¡no le laves la ropa! Cumple con la consecuencia, sin enfadarte y sin gritar. De hecho, es su problema, no el tuyo, ya que es su ropa la que no se lavará. Como ya se ha señalado, mantener esta postura requiere mucha paciencia; pero se trata de que tu hijo se dé cuenta de su comportamiento, para que sea él mismo el que quiera poner solución. Debe sentir la necesidad de solventar su problema y para ello necesita tu coherencia.
3. Si es posible, no añadir ningún tipo de comentario. Evitar reproches, ironías y humillaciones. La consecuencia es suficientemente clara. Mario (6 años) se ha quemado levemente el dedo por tocar el horno. No decir: "¿Lo ves?, ya te lo había dicho"; “no hay quien pueda contigo”. Simplemente, callar (si eres capaz) y curar la herida.
4. Debe ser inmediata en edades tempranas. Juan juega a tirar bolitas de pan a su hermano en la cena. La consecuencia inmediata puede ser quitarle el pan en ese momento y no al cabo de un rato después de avisos, sermones, gritos, amenazas,...
5. Debe guardar relación con la conducta de tu hijo. No tiene sentido que castiguemos a nuestro hijo sin dulces o sin ver la televisión por no recoger los juguetes del suelo. Sería más apropiado el hecho de retirarle los juguetes no recogidos durante una temporada.
6. Ofrece a tu hijo la oportunidad de actuar de otra manera. Oscar juega con el cuchillo, haciendo el "payaso" delante de sus hermanos. Su padre puede actuar de dos maneras: "Oscar, (retirándole el cuchillo) como vemos que no sabes utilizar el cuchillo, ¡te acabas de quedar sin él!" o bien “cuando decidas utilizar bien el cuchillo te lo doy” o "en la próxima comida podrás volver a utilizar el cuchillo". La consecuencia es la misma (quedarse sin cuchillo) pero la 2ª y 3ª opción le ofrece la oportunidad cercana de actuar de otra manera.
7. Coherencia entre los padres. Ambos padres han establecido que sólo se puede jugar a la Play Station los fines de semana. Si Alicia les pregunta por separado si puede jugar a la play, ambos deben mantenerse firmes, sabiendo qué es lo que contestará su pareja.
8. Mejor consecuencias de poca duración que a largo plazo. Juan tiene 15 años y sabe que no puede hablar por teléfono más de 10 minutos. Infringe la norma. Sus padres le castigan un mes sin teléfono. En este caso, habría sido razonable dialogar con el hijo sobre su actitud y las consecuencias. Si persiste, sería bueno acotar más el tiempo de pérdida de privilegio, por ejemplo, una semana. De esta manera, ofrecemos al hijo la posibilidad de probar de nuevo después de la consecuencia estando todavía "caliente" la infracción.
Nota sobre los premios:
Señalado el fracaso que supone utilizar los castigos por sistema, debemos decir que igualmente negativo es utilizar los premios por sistema: “Si tratas bien a tu hermanito te llevaré al cine”. “Si dejas de hacerte pis en la cama, entonces te regalaré una bicicleta para tu cumpleaños”. “Si te aprendes la lección, entonces podrás quedar con tus amigos”. Esta manera de expresarnos “si haces....entonces” de vez en cuando puede animar al niño hacia una meta inmediata, pero raramente, por no decir nunca, le inspira a hacer un esfuerzo continuo. Crean dependencia y nuestras palabras lo que le indican es que dudamos de su capacidad para hacer bien las cosas.
Pero, si eliminamos los premios y los castigos, ¿qué podemos hacer?
Es evidente que los padres necesitaremos otros recursos para corregir el comportamiento. Proponemos utilizar dos vías educativas muy importantes, que siempre podremos tener a mano: La de la experiencia (disfrutan o sufren las consecuencias) y la del ejemplo (aprenden valores y autocontrol al ver cómo manejamos los adultos las situaciones que nos agradan o disgustan).
Dos vías de aprendizaje presentes en el “Esquema de aplicación de las consecuencias”, que veremos a continuación, y que en el fondo es una manera de GESTIONAR LOS CONFLICTOS, que inevitablemente se nos van a presentar cuando tengamos que establecer normas y límites o corregir los comportamientos. Esquema que recoge un sencillo proceso que estructura la acción educativa y que nos ayudará a transitar por esas vías de la experiencia y del ejemplo, a disfrutar del paisaje a pesar de las dificultades, y a sacudirnos con desenfado el polvo del camino cada vez que “no salgan bien las cosas”. El éxito no está, de entrada, en la respuesta del hijo, está en nuestra actitud, en el estilo, en la forma de caminar.
ESQUEMA DE APLICACIÓN DE LAS CONSECUENACIAS
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En ocasiones, por la dificultad real de establecer un diálogo y llegar a acuerdos, falta de habilidades, estado de ánimo... puede ocurrir que no nos quede claro si estamos aplicando un castigo o una consecuencia, o sobreprotegiendo. Esto puede crear en los padres cierta desazón, que podrá evitarse si somos conscientes de que nuestra intención ha sido solucionar el problema con respeto y cariño, centrándonos en las consecuencias directas y pasando a las relacionadas sólo si es necesario. Y que hemos mantenido además una actitud de diálogo y confianza con el objetivo de:
👉 Hacer a los hijos responsables de su comportamiento. Enseñarles a que definan el problema y busquen la mejor alternativa, a que evalúen sus decisiones y analicen los resultados (Ver, Juzgar y Actuar). Que posean un repertorio de preguntas que les ayuden a resolver problemas por ellos mismos.
👉Ayudar, desde el diálogo, a que las cosas vayan mejor: Antes de corregir o castigar, se puede callar y esperar, escuchar y aprender, analizar y apoyar, comunicar y enseñar, construir la relación (a veces sólo nos relacionamos cuando hay conflicto)... y procurar un buen estado personal que sirva de referencia a los hijos.
¿Cómo puedo controlar mi estado personal? Teniendo en cuenta tres aspectos que, automatizados, evitarán muchos disgustos, nos proporcionarán gran seguridad y nos ayudarán a ser más eficaces
👉SERENARSE: Contar hasta diez. Respirar. Beber agua. Moverse...
👉MIRAR LO QUE DIGO: El poder de las palabras: curan o hieren. Puedo escoger la frase más adecuada que describa la situación y ayude a la solución. Importancia de las preguntas que hacemos. ¿Crees que se puede hacer de otra manera? ¿Por qué tenemos que creerte? ¿Por qué crees que Juan hace esto? ¿Podrías decirme cuales serían las consecuencias?... (mejor preguntas abiertas).
👉DESDE DÓNDE LO DIGO: Desde el miedo, la rabia, la culpa, la sobreprotección, la angustia... el amor.
KIT DE PRIMEROS AUXILIOS:
“Serénate,
mira a ver lo que dices
y cómo lo dices”
Incorporar el esquema de las consecuencias a nuestra tarea educativa nos aporta seguridad y nos predispone al diálogo, la comunicación y la confianza. Podremos acercarnos así al corazón de los hijos, evitando esas agotadoras peleas que siempre terminan en luchas de poder: “Hay que ganarse al hijo en vez de ganarlo, y lograr que sienta que estamos de su lado”. Entender esto es decisivo, y exige de nosotros:
Actitud de respeto y cariño; valorar lo positivo y evitar estar siempre sermoneando; tener en cuenta sus sentimientos; contar con su opinión y dejar que tome decisiones; mostrar confianza en que se portará bien...
Cuando se tiene asumido el esquema de las consecuencias, su aplicación se suele automatizar y simplificar. No saltarnos las consecuencias directas y no tener prisa por entrar en las relacionadas ya es un grandísimo avance. Si además somos capaces de evitar el castigo, fenomenal. Ayudará mucho tener en cuenta lo que necesita y lo que no necesita nuestro hijo en cada momento.
Si esto funciona, ¡y créetelo, funciona!, lo razonable es cambiar de sistema; pero sabiendo que nos va a costar más, al menos inicialmente, a los padres que a los hijos. Prueba a desterrar los castigos de tu casa. Olvídate de las amenazas, de los chantajes y de los gritos. ¡Esto tiene un precio!:
La paciencia; que junto a la ternura y la firmeza, sostenidas en el tiempo, son las claves del éxito.
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