¿Por qué una escuela de padres y educadores? ¿Tiene algo que decir a nuestro mundo? Si tuviéramos que hablar de la sociedad actual con su realidad de precariedad, de difícil acceso a la vivienda por una parte y, relacionada con ello, las dificultades en las relaciones familiares, la problemática que nos presenta el uso indebido de las nuevas tecnologías, y el acceso temprano al alcohol o la pornografía en los adolescentes ... nos surgen tantos datos y miedos que nos hacen sentirnos impotentes para poder vivir y educar de otra manera.
Es cierto que un joven hoy está más influenciado por la calle, entendida tanto por el espacio físico como virtual (móvil, juegos, relaciones y compras online) que por el sistema educativo y la familia, pero no podemos dejar de reflexionar sobre cómo actuamos en la parte en que nos toca como familias.
Educar es mucho más que transmitir normas o intentar proteger a nuestros hijos y alumnos de los peligros del mundo. Como decía Pitágoras hace 25 siglos: “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida.” Los padres y educadores tenemos el reto de formar personas capaces de pensar por sí mismas, de elegir con libertad y responsabilidad, y de construir relaciones sanas y profundas. No se trata sólo de prohibir o controlar, sino de acompañar, comprender y ofrecer referentes sólidos.
Decía el gran filósofo José Ortega y Gasset: “No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”. Porque este mundo se mueve tan velozmente hacia un cambio de época que no nos da tiempo a darnos cuenta de lo que ocurre en el entorno y mucho menos de lo que nos ocurre interiormente. La Escuela de Padres y Educadores parte de una pregunta: ¿hacia dónde dirigimos nuestra mirada en la educación de nuestros hijos/as? Se nos invita a afrontar la realidad junto a otros con los tres elementos de VER, JUZGAR Y ACTUAR sobre nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes y comportamientos. De esta manera, sabiendo lo que nos pasa y reflexionando sobre ello, podremos sacar a la luz todos nuestros recursos en la tarea educativa que tenemos entre manos.
Educamos para el futuro, la vida en dinamismo, en perspectiva, con la convicción de que la única manera de educar es el ejemplo y sabiendo que nos lo jugamos en cómo valoramos a los últimos, a los sencillos, los que más lo necesitan. No se trata de ser padres y madres perfectos, sino el ejemplo de cómo queremos superarnos cada día, reconociendo los errores y pidiendo perdón. Educamos en ESPERANZA con la permanente tensión entre lo que SOMOS y lo que QUEREMOS SER, y sabiendo que en el ser humano se encuentran las posibilidades de respuesta y de promoción, siempre en alerta a que el capricho y la buena vida no ahoguen el sacrificio que suponen el crecimiento y las contrariedades de la vida.
¿A qué venimos entonces a la escuela de padres? A cambiar nuestra actitud, que va más allá de conseguir que nuestros hijos nos obedezcan. La mirada que mostramos sobre la realidad, nuestros hijos... ayuda o estorba a su crecimiento.
Por ello, una escuela de padres y educadores es más necesaria que nunca. No para dar recetas mágicas, sino para compartir experiencias, aprender juntos y redescubrir el valor de la educación como motor de cambio.
Porque sí, es posible educar de otra manera. Es posible recuperar el tiempo en familia, fomentar el pensamiento crítico, enseñar a disfrutar de la vida de forma sencilla, cuidando y sirviendo. Y sobre todo, es posible transmitir a las nuevas generaciones que la felicidad no está en el consumo ni en la apariencia, sino en vivir con sentido, en el amor y en la autenticidad.
Las sesiones de escuela de padres están basadas en metodologías activas, cooperación, la aportación de la neurociencia, pedagogía crítica, disciplina positiva, educar la realidad y el asombro, la resiliencia de la que nos habla Víctor Frankl, y la propia experiencia de nuestros amigos Clemente y MariCarmen.
Ternura y firmeza es la línea educativa; aprender de los errores mediante las consecuencias que una acción lleva consigo, y basar la confianza en nuestros principios, actitudes, valores y técnicas educativas. Se nos invita a la reflexión entre el estímulo y la respuesta para no perder el control de la situación cotidiana. Mediante ejemplos concretos revisamos actuaciones, y en el diálogo conjunto consideramos qué elementos favorecen y cuáles no. Sin duda favorece el criterio común entre los padres, más allá de los chantajes, mantenerse en lo que se dice y que ello sea proporcional a la situación presentada, atender las necesidades que explican en gran medida el comportamiento, poner las consecuencias acordes al comportamiento. Todo parte del diálogo común.
La escuela supone, pues, un proceso que nos ayuda a movilizar todos nuestros recursos como padres y educadores y aporta la solidez necesaria a la estructura educativa familiar. Y para ello se nos han presentado recursos en forma de criterios que se asumen, valores que se ejercitan, y técnicas educativas que se aplican.
Una vez más, Clemente y MariCarmen han aportado sentido común con sencillez y claridad. La dosis de humor que impregna las sesiones nos hacen reconocernos y normalizar las situaciones del día a día. Este gran equipo que forman es el que hace posible los más de 152 cursos ya impartidos.
Este año la escuela ha sido organizada junto con la Delegación de Familia y Vida de la diócesis de Burgos. Varias familias han manifestado el deseo de seguir formándonos juntos en este proceso. Acogemos el reto de continuar con la tarea educativa, y desde Encuentro y Solidaridad seguimos trabajando en cursos de verano y en campamentos así como en distintas actividades durante el año.
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