lunes, 10 de noviembre de 2025

EDUCAR EN EL ARTE DE SER HUMANOS: una lectura de Rob Riemen para tiempos de pantallas e inteligencia artificial


Por Francisco Rey Alamillo (*)

 

¿Quién es Rob Diemen?

 

Rob Riemen es un reconocido escritor, ensayista y humanista holandés. Nacido en 1962 en una familia católica humilde de seis hermanos en los Países Bajos. Riemen creció en un hogar donde el dinero escaseaba, pero el amor por los libros y las lecciones de vida abundaban. Su padre, un dirigente sindicalista, le enseñó el valor del esfuerzo; su madre, sobreviviente silenciosa de un campo de concentración japonés durante la Segunda Guerra Mundial, le transmitió una fe profunda en la bondad. Fundador y director del Nexus Institute, una fundación dedicada a promover el humanismo cultural, la filosofía y la paideía (la educación clásica como cultivo del alma). 

 

A través de obras como "Nobleza de espíritu", "Para combatir esta era" y "El arte de ser humanos", Riemen se ha consolidado como una de las voces críticas más importantes de la cultura occidental contemporánea, abogando por el carácter, la belleza y la verdad frente a la tiranía de la utilidad y la estupidez organizada. No es un intelectual distante: es un hombre que aún lleva en la muñeca izquierda el reloj analógico que compró a los 11 años con sus ahorros de repartidor de periódicos, un recordatorio tangible de sus raíces humildes. Ethic (2025)

 

1. Las cosas fundamentales no tienen que ver con la utilidad

 

“Las cosas fundamentales de la vida no tienen que ver con la utilidad”, afirma Rob Riemen en su entrevista con Ethic (2025). Esta frase resume buena parte de su pensamiento humanista. En un mundo donde la educación se mide por competencias, productividad y rendimiento, Riemen nos recuerda que la misión esencial de la escuela no es preparar empleados, sino formar seres humanos capaces de buscar la verdad, la belleza y la bondad.

 

Fundador del Nexus Institute en los Países Bajos, Riemen ha dedicado su vida a defender la paideía clásica —la educación como cultivo del alma— frente al adiestramiento técnico. “Cuando uno escribe un libro es porque quiere comunicar algo”, dice, criticando que muchos académicos “no quieren comunicar nada a la gente en general”. La educación, entonces, debe volver a ser un diálogo vivo con la experiencia humana, no un trámite utilitario.

 

2. La adolescencia y la juventud ante la falsa grandeza

 

Riemen alerta de que los jóvenes de hoy crecen en una cultura donde el éxito se mide por visibilidad y poder económico.

 

“¿Por qué ahora fascina tanto la ‘grandeza’ de Elon Musk? Porque es el hombre más rico del mundo. Estamos obsesionados con esa grandeza, una grandeza falsa porque no tiene sustancia ni calidad” (Ethic, 2024).

 

En la escuela, esa lógica penetra sutilmente: obsesión por la nota, por el currículum, por la “marca personal”. Pero cuando lo importante se vuelve medible, el sentido se vacía. El joven, dice Riemen, necesita otra forma de grandeza: la del espíritu, la del carácter, la del bien interior.

 

Su propuesta coincide con una pedagogía que no adula al estudiante con “éxito fácil”, sino que lo desafía a encontrar profundidad, a conocerse, a resistir la banalidad, a buscar la “nobleza de espíritu”.

 

3. Pantallas, adicción y manipulación 

 

Riemen no es tecnófobo, pero advierte sobre el uso desmedido:

 

“Ya sabemos que las pantallas actúan como la droga, lo sabemos, pero seguimos drogándonos” (Ethic, 2024).

 

Lo que denuncia no es la herramienta, sino el modo en que la tecnología moldea la atención, la emoción y el deseo. Las pantallas y redes sociales ofrecen un flujo constante de estímulos que impiden la introspección, la lentitud y el silencio —condiciones necesarias para aprender a pensar. Riemen enfatiza: 

 

“El alma necesita silencio para poder desarrollarse. Y si la gente vive sin silencio, nunca encontrarán el camino hacia ellos mismos.”

 

Esta reflexión se amplía hoy con la irrupción de la inteligencia artificial. Los algoritmos no solo predicen nuestras elecciones: también pueden formarlas. En la escuela, el riesgo no es que los alumnos usen IA para hacer tareas, sino que dejen de pensar por sí mismos, delegando su juicio en sistemas automáticos.

 

El reto educativo, desde la mirada de Riemen, es enseñar a los jóvenes a usar la tecnología sin perder la humanidad, a distinguir entre conocimiento y simple información, entre inteligencia artificial y sabiduría real.

 

“El hombre-masa ya no necesita pensar. Solo necesita consumir. Y la cultura se convierte en entretenimiento” (Nobleza de espíritu, 2009).


 

4. Individualismo y pérdida del carácter: La Lucha del Alma 

 

Riemen observa que la sociedad contemporánea fomenta el aislamiento y la manipulación, una “estupidez organizada” que nos hace olvidar los valores fundamentales. En su obra "Para combatir esta era", analiza cómo el individualismo extremo debilita la comunidad y destruye la vida interior.

 

El Reconocimiento de un Error:

Riemen confiesa que su error de juventud fue pensar que la estupidez y la incultura eran debilidades pasivas. Aprendió que son, de hecho, fuerzas activas que luchan por imponerse, y contra las cuales la educación debe luchar activamente. Esta lección dota de urgencia a su propuesta: 

 

“El humanismo es la lucha de la mente contra la estupidez, la lucha del alma contra la vulgaridad, la lucha por la dignidad humana.”

“La educación carece ya totalmente de la auténtica enseñanza que implica una instrucción moral y espiritual para formar personas libres… y se enfoca en formar habilidades” (robriemen.nl)

 

La escuela, si no cuida su alma, puede reproducir esa lógica: competencia sin cooperación, éxito sin ética, rendimiento sin reflexión. Frente a ello, propone formar el carácter, no solo enseñar habilidades: cultivar atención, humildad, compasión y sentido de responsabilidad. 

 

"El verdadero conocimiento no es saber muchas cosas, es el auténtico conocimiento de uno mismo."

 

“Ser humano es un arte, y como todo arte requiere formación” (El arte de ser humanos, 2023).

 

5. Esperanza y lucha por el espíritu 

 

Aunque crítico, Riemen no es pesimista.

“Tenemos libertad para hacer con nuestra vida lo que consideremos mejor” (Ethic, 2024).

En su pensamiento, la esperanza no es ingenuidad, sino resistencia cultural. La verdadera lucha no se libra en los parlamentos ni en los mercados, sino en el aula, en el alma de cada joven que descubre que el mundo puede ser distinto. 

 

“El humanismo, la paideía, es la idea de que somos capaces de convertirnos en personas decentes, de que tenemos que luchar para ser humanos.”

 

Riemen ilustra esta resistencia con el poder de la alta cultura: cuenta que, en un campo de concentración, un prisionero podía leer un pequeño volumen de Rilke o Dostoievski y, por ese breve momento, se recordaba a sí mismo que era un ser humano con un alma. Esa belleza era su "muro de resistencia" contra la deshumanización.

 

Educar, por tanto, es un acto de esperanza: ofrecer a los alumnos una brújula interior en medio del ruido, enseñarles que la libertad no consiste en elegir lo más fácil, sino en optar por lo más valioso.

 

“El alma humana necesita alimento. Sin ese alimento, la sociedad se vuelve estúpida” (Manual para un tiempo de estupidez, 2015).

 

Su propia esperanza, dice, viene de crecer leyendo a Camus y Primo Levi, que le advirtieron del fascismo como a un amigo: “Recuerden, porque puede volver”. Y lo hace, pero también nos recuerda que una historia familiar de supervivencia —como la de su madre— puede ser el antídoto.




6. Anécdotas de Rob Riemen: El Humanismo en Acción

 

Para Riemen, la convicción humanista se basa en experiencias de vida, no solo en teorías. El cultivo del alma proviene de las fuentes más profundas de la humanidad, tanto personales como artísticas.

 

El café y Bach por la mañana:

En una entrevista, Riemen confesó que empieza el día con café y música de Bach. “Es mi forma de recordar que la vida tiene ritmo, armonía y misterio.

 

 La Guía Moral de su madre Coorie y su tía Lenie:

 

Riemen evoca a su tía Lenny (o Lenie, como la llama con cariño), quien a los 96 años le reveló el secreto de su madre Corrie: la supervivencia en un campo japonés durante la guerra, un horror callado hasta la muerte de Corrie en 2000. Riemen compartió esta historia con estudiantes mexicanos de la UNAM, no como lección abstracta, sino como herencia viva: “Mi optimismo es un deber moral, porque mi madre eligió la esperanza en lo simple, como una pincelada de Van Gogh”. Para familias, es un recordatorio: las abuelas guardan las mejores brújulas éticas.

 

En una familia de posguerra, Corrie le inculcó el amor por los libros y la fe en lo esencial, leyéndole cuentos que alimentaban el alma antes que el bolsillo. Crecer con seis hermanos en modestia le enseñó que el humanismo empieza en la mesa familiar: compartiendo risas, no likes

 

Riemen también evoca a su tía Lenie, quien le enseñó que la forma de "ayudar a Dios" y luchar contra la desesperanza no es a través de dogmas, sino "dando vida": el amor, la amistad, la belleza y la bondad son el alimento del espíritu. Esta anécdota personal refleja que el humanismo es una práctica ética y vital que se transmite de persona a persona.

 

 El reloj del esfuerzo infantil: A los 11 años, en una familia humilde donde nada se regalaba, Riemen se levantaba antes del amanecer para repartir periódicos. Ahorró 85 florines (unos 40 euros de hoy) durante meses y, el 1 de diciembre de 1974, compró su primer reloj analógico. Aún lo lleva en la muñeca izquierda, como un talismán que le dice: “Recuerda de dónde vienes”. En la derecha, un reloj digital práctico que cambia cada año. “Uno mide el tiempo del alma; el otro, los pasos innecesarios”, bromea. Es una lección perfecta para niños: el verdadero valor no está en lo que brilla rápido, sino en lo que se construye con sudor y paciencia.

 

La Ópera como Laboratorio de la Moralidad:

 

   Riemen es un profundo amante de la música clásica y la ópera. Para él, estas formas de arte son la máxima expresión del alma humana y una herramienta educativa esencial.  Afirma que, si los jóvenes escucharan Don Giovanni o La Traviata con la atención con que miran una serie, descubrirían el laboratorio moral de la humanidad: ahí están el amor, la culpa, la justicia, la muerte. Sostiene que confrontar a los jóvenes con el drama y la belleza de la ópera cultiva su empatía y despierta su vida interior:


 “La ópera es la forma en que la humanidad se ha preguntado por el amor, la muerte, la justicia y el destino. Es el laboratorio de la moralidad.”

 

El vacío existencial de tantos jóvenes tiene consecuencias visibles. Riemen menciona con preocupación el fenómeno de millones de jóvenes que usan medicamentos como el Ritalin o el Prozac sin tener trastornos mentales, simplemente porque no pueden lidiar con su propia insatisfacción y la presión por ser exitosos.

 

Frente a esto, Riemen propone una solución aparentemente sencilla pero profunda: "aprender poesía de memoria". Para él, memorizar un texto bello no es un ejercicio mecánico, sino la única forma efectiva de agradecer lo que el texto nos ha dado. "Lo que sabemos de memoria no nos lo pueden quitar", es un refugio interior inexpugnable. Tienes que leer novelas y poesía para cultivar tu propia imaginación, porque sin imaginación, vives en tu propia prisión.


Riemen le  invita a coger " El Principito":

 "Es el libro infantil más hermoso y simple de todos, pero con más sabiduría que miles de chorradas académicas. Antoine de Saint-Exupéry quería que cada niño se reconociera a sí mismo, que aprendiera a dar belleza a su propia vida, a ser justo, a ser un ser humano verdadero. Sino no somos más que un montón de robots enfocados en nuestra falsa grandeza. Es lo que pasa con Trump, Elon Musk y toda esa gente... ¡No son nadie!" 


7. Educar frente a la inteligencia artificial: la urgencia de lo humano 

 

Riemen advierte que la inteligencia artificial no es simplemente una herramienta, sino un desafío educativo y existencial:

 

“La inteligencia artificial no te dará buenos consejos… La tecnología no te dará una respuesta” (Letras Libres, 2025).

“Ninguna inteligencia artificial, ninguna máquina podrá jamás reemplazar el alma humana” (DF Mas, 2025).

“La inteligencia artificial no sabe nada de sabiduría. Sabe de inteligencia, pero no de sabiduría” (DF Mas, 2025).

 

La escuela debe enseñar a los jóvenes a pensar por sí mismos, cultivar sabiduría y juicio crítico, y reconocer los límites de la tecnología.

 “Si uno quiere desarrollar su alma, debe leer los libros esenciales de la humanidad. Esos libros te obligan a pensar por ti mismo”.

 

Riemen subraya que depender únicamente de la máquina puede atrofiar la mente:

“Al final, solo has aprendido a usar la máquina, pero no hay nada que hayas aprendido tú mismo: te has vuelto más estúpido de lo que ya eras” (DF Mas, 2025).

 

Tres actividades prácticas para el aula

 

  • Debate filosófico: “¿Puede una máquina tener sabiduría?”
  • Uso de IA como contrapunto dejando que la IA genere una interpretación, texto o análisis distinto al propio, para luego contrastarlo y después hacer una reflexión crítica nosotros.
  • Diario de desconexión: registrar momentos sin pantallas y reflexionar sobre atención y concentración.
  • Laboratorio de humanismo digital: comparar textos generados por IA con textos humanos, debatiendo lo que solo la experiencia humana aporta: el carácter, el alma y la búsqueda de un sentido trascendente.

 

8. Conclusión: volver a lo esencial

 

El pensamiento de Rob Riemen es una advertencia y una invitación. Nos advierte de los peligros de una sociedad obsesionada con lo útil, lo rápido y lo superficial, que amenaza con crear una “amnesia de la historia” y un “vacío espiritual”. Pero a la vez, nos invita a la resistencia cultural y a la esperanza.

 

La educación no puede competir con la máquina; debe cultivar lo que la máquina no puede ofrecer: alma, carácter, sabiduría y esperanza. En tiempos de pantallas, algoritmos e inteligencia artificial, la misión de la escuela sigue siendo la misma que hace siglos: el arte de hacer un ser humano de ti mismo.

 

“La inteligencia artificial puede responder a todo menos a lo más importante: cómo vivir una vida buena” (Letras Libres, 2025).

 

Educar, hoy, consiste en eso: recordar que el alma humana necesita alimento. Frente a la técnica, frente al ruido, frente a la prisa, enseñar a los jóvenes a vivir con sentido, profundidad y esperanza. En palabras suyas: “Ser humano es un arte. Y todo arte requiere formación.”


Riemen afirma que la democracia solo puede existir si los ciudadanos son educados para pensar por sí mismos y buscar el bien común. Sin esa educación del juicio y de la conciencia, advierte, la democracia se vacía y el pensamiento libre se apaga. Y manifiesta que:

 "se ha perdido el verdadero origen de la palabra democracia. Una democracia de masas ya no está basada en valores espirituales y morales, sino en la codicia y el miedo, que es nuestro sistema económico. Sin valores morales y espirituales se crea un espacio en el que la mentalidad se vuelve antidemocrática, fascista. Así salen adelante los demagogos y las máquinas de propaganda"

Por eso, la escuela no debe limitarse a transmitir información, sino a formar espíritus capaces de resistir toda forma de manipulación o fanatismo.




(*) Francisco Rey Alamillo es educador, ingeniero informatico, profesor de secundaria de matemáticas y tecnología.



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