En el excelente libro " A la carta. Cuando la correspondencia era un arte" (Barcelona, 2014), hay una interesante selección de cartas de épocas y orígenes diversos, con memorables presentaciones de sus autores, a cargo de Valentí Puig:
Entre ellas está la carta que Abraham Lincoln escribió en 1830 al maestro de su hijo. Impresiona y conmueve, sin duda, pero, según parece, esta carta es apócrifa, se le atribuye a Lincoln pero no es seguro que la escribiera él, pues no figura en el listado oficial de sus cartas.
Dado el interés que despierta y la reflexión que provoca tras su lectura la publicamos:
Querido profesor:
Mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son sinceros, pero enséñele también que por cada canalla hay un héroe y que por cada político egoísta hay un líder dedicado.
Enséñele que por cada enemigo hay un amigo. Esto llevará su tiempo, mucho tiempo, pero enséñele, si puede, que más vale una moneda ganada que cinco encontradas.
Enséñele a perder y también a disfrutar correctamente de la victoria. Apártelo de la envidia y enséñele, si puede, la alegría de la sonrisa callada.
Enséñele a apreciar la lectura de buenos libros. Pero también a maravillarse con los momentos de silencio y en la contemplación de los pájaros, las flores del campo, los lagos y las montañas.
Enséñele que vale más una derrota honrosa que una victoria vergonzosa.
Enséñele a confiar en sus propias ideas, aunque los demás le digan que está equivocado. Y a que no haga las cosas simplemente porque otros las hacen.
Enséñele a ser amable con los amables y estricto con los brutos.
Enséñele a escuchar a todas las personas, pero que aprenda a discriminar lo bueno de lo malo y, a la hora de la verdad, a decidir por sí mismo.
Enséñele a sonreír cuando esté triste y explíquele que no hay indignidad en las lágrimas.
Enséñele a ignorar las voces de quienes sólo reclaman derechos sin pagar el precio de sus obligaciones.
Trátelo bien, pero no lo mime ni lo adule, porque en el fuego se forja el acero.
Enséñele valor y coraje, pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Enséñele a creer en sí mismo, porque sólo así podrá creer en la humanidad.
Entiendo que le estoy pidiendo mucho, pero haga todo lo que pueda. Es un chico tan extraordinario, mi hijo…
Abraham Lincoln
Inspirada en esta esta anterior se han escrito otras con bastante valor educativo y humano que mostramos a continuación:
Carta de unos padres al maestro de su hijo
Querido maestro:
Hoy mi hijo empieza una nueva etapa, y usted será una de las personas que más lo acompañe en este camino. Todo será nuevo: los amigos, las preguntas, los desafíos. Por eso le pido algo muy importante: que lo acompañe con paciencia, con exigencia y con cariño.
Mi hijo irá descubriendo que el mundo no siempre es justo, que hay egoísmos, mentiras y conflictos. Pero, por favor, ayúdelo también a ver que hay personas buenas, que hay manos tendidas, que vale la pena creer en la esperanza.
Enséñele a valorar el esfuerzo más que el resultado, a disfrutar del camino más que de la meta, a aprender tanto en las derrotas como en las victorias.
Ojalá aprenda a reír incluso en los días difíciles, y a expresar sus emociones con libertad y respeto.
Enséñele a pensar por sí mismo, a no seguir la corriente si esta lo aleja de lo que es justo y verdadero.
Ayúdelo a escuchar a todos, pero también a discernir con sabiduría.
Enséñele que su dignidad no tiene precio, y que su corazón y su conciencia no se venden.
Y, por favor, siembra en él la alegría de servir, de ayudar sin esperar nada a cambio, de ser solidario con quienes más lo necesitan. Que descubra que esa es la mejor manera de construir un mundo más amable, más justo, más respirable.
Es una gran tarea, maestro. Pero sé que usted puede dejar una huella que dure toda la vida.
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